Ayer sentí algo muy extraño; algo muy diferente, poco convencional. Sentí como si un escalofrío, un vértigo, una montaña rusa, sucumbiera mi interior. Fue particular: debo afirmar y aceptar que en el momento me asusté como si fuera una presa indefensa; temí que algo me ocurriera: una pérdida, mi muerte. Asimismo, quiero aclarar que no fue una premonición, ni efectos de ácido o marihuana; siquiera una psicosis momentánea; fui yo misma y yo: me encontré con mi conciencia.
Claramente Lucía se paraba enfrente mío, pero era una otredad, no era la que se mira sol y luna en el espejo: ésta, era valiente y firme; con convicciones, segura en todo lo que decía , de mirada penetrante y encaminada, fuerte, porque no permitía que ningún fantasma se le acercase.
Ella me comunicó cual es el camino que tengo que tomar; también me advirtió diversas cuestiones: como el azar, mi futuro, mi identidad, datos sobre aquel tiempo exacto, el vacío emocional y primitivo de mi ser, etc. En el momento fue solo una sensación de horror, un por venir de fobia, mi cuerpo se paralizó y se tambaleó debido a mi inevitable torpeza; quería gritar, pero sabía que absolutamente nadie comprendería el motivo; quería golpear a otro, quería sacar a desfilar mi ira y mi represión. Al no hallar itinerario posible, simplemente huí, escapé, canalicé de algún modo tanto gusto amargo, tanta sapidez.
Cabe destacar que me encontraba en un boliche, el típico mercado de la oferta y la demanda: sujetos en celo socorriendo a las bellas hembras que yacen ahí, homosexuales a la defensiva para esquivar los posibles prejuicios, olor a sexo, pestilencia de consumo masivo, excesos, pruebas y errores. En paralelo, la música ingresaba en mis oídos alertando una leve molestia, exigiendo resistencia a mis tímpanos.
En dicho escenario (un tanto trágico y burlesco), las miradas parecían caleidoscopios en busca de la concreción de un objetivo; el frío provocaba carcajadas y el rechinar de las mandíbulas; el humo se impregnaba en las cabelleras, intoxicando y perfumando a la vez; las puertas transpiraban combustión humana.
Calculo que fue bizarro lo que me ocurrió pero creo que ayer algo murió y algo renació, algo se quebró, hundió, estrelló pero simultáneamente, consolidó y fortaleció. Considero (y la serie de circunstancias me invitan a hacerlo) que preciso y requiero un cambio drástico y radical; necesito vivir, ganar coraje y enfrentarme a mi misma; no encarcelarme mas con las bisagras de mi mente, con los filamentos de mi neurosis.